Fuimos el país más rico del mundo, podemos volver a serlo

Federico Tessore

Fuimos el país más rico del mundo, podemos volver a serlo

Sí, estás leyendo bien, alguna vez fuimos una potencia mundial. La Argentina era el país más rico del mundo. Éramos más ricos que países como los Estados Unidos, Suiza o Arabia Saudita. Y durante setenta años estuvimos entre los diez países con mayor riqueza en el mundo.

¿Cuándo fue eso? Entre los años 1880 y 1950. Setenta años durante los cuales la Argentina fue un país pujante a nivel económico, donde millones de personas de todo el mundo querían vivir. El pico ocurrió en el año 1895, cuando la Argentina tuvo el PBI per cápita más alto del mundo. El PBI per cápita es un indicador que mide el ingreso promedio por habitante, y si bien no se trata de una medida perfecta, es una buena aproximación de la situación real de cada país.[1]

El punto de inflexión fue el año 1950, cuando dejamos de estar dentro del ranking de los diez países con mayor PBI per cápita del mundo, y nunca más nos recuperamos. Todo lo contrario, entramos en una larga y triste decadencia: en el año 2020 ocupamos el puesto setenta y tres del ranking de PBI per cápita global. Setenta años de caída en picada, en los cuales gobernaron dictaduras y democracias, gobiernos peronistas, radicales e independientes. Ninguno pudo detener la decadencia.

¿Por qué ocurrió esto?

Los argentinos somos expertos en encontrar todo tipo de culpables. Desde el “imperialismo yanqui” que nos quiere aplastar, hasta nuestra cultura “que está fallada”, o la “teoría” que señala a los políticos, a los empresarios o a los sindicalistas como los responsables.

En este libro me propongo contestar dos preguntas: ¿Por qué la Argentina está en decadencia? ¿Cómo podemos volver a ocupar un lugar entre los países más prósperos del mundo, ese lugar que tuvimos y perdimos?

Para intentar contestarlas, primero voy a analizar qué hicieron los países que sí pudieron crecer y desarrollarse durante estos setenta años en los que la Argentina se desbarrancó.

Son muchos los países del mundo que crecieron en este período, pero elegí desarrollar seis ejemplos, todos muy diferentes entre sí, de países que crecieron y que tomaron caminos levemente diferentes para lograr el desarrollo. En 1950 esos seis países eran más pobres que la Argentina. Setenta años después, los seis nos superan ampliamente. De  todos ellos vamos a rescatar dos aspectos:

1.Factores comunes. Medidas, enfoques, tácticas, planes y estrategias que todos implementaron casi de la misma manera.

2.Factores individuales. Cada uno de estos países decidió implementar una estrategia diferencial y única, que sumada a los factores comunes que todos pusieron en práctica, les permitió lograr un desarrollo económico superlativo y sostenido.Una vez que tengamos en claro cómo hacen los países para desarrollarse, vamos a analizar el caso argentino. Veremos que no hay que inventar la rueda: tan solo hay que hacerla andar.

Primero, vamos a tratar de entender cómo hizo la Argentina para estar entre los países más ricos del mundo entre 1890 y 1950. ¿Cómo se dio ese crecimiento? ¿Qué decisiones tomamos que nos llevaron a la cima? ¿Cómo nos mantuvimos y cómo nos convertimos en un ejemplo para el mundo?

Segundo, vamos a tratar de entender qué cambió a partir de 1950 y cuáles fueron las decisiones que tomó la Argentina y que la llevaron a perder riqueza en forma acelerada durante los últimos setenta años.

Una vez que tengamos un poco más claro todo este análisis, intentaremos sacar algunas conclusiones prácticas que nos permitirán salir de esta trampa en la que estamos estancados desde hace décadas.

Por último, voy a presentarte un plan de desarrollo integral cuyo objetivo será romper la decadencia y volver a convertir a la Argentina en el país que todos soñamos, convertir a la Argentina en una potencia. Un plan, una “receta”, para el crecimiento con el que vamos a poder exigirles a nuestros políticos y a nuestros dirigentes que lo implementen. Para esto es necesario entenderlo bien y difundirlo.

Nosotros, tanto vos como yo, somos agentes de cambio. Si nosotros cambiamos, el país cambia. Hoy los políticos son máquinas de adquirir votos. Si la mayoría de los argentinos pensamos de una determinada forma, ellos van a decir y hacer eso que pensamos, porque necesitan nuestros votos para ganar. Por eso, si vos y yo y una gran mayoría de argentinos pensamos diferente, los políticos van a tener que cambiar si quieren seguir teniendo nuestro voto. El cambio que necesitamos es de abajo para arriba. Primero cambiamos nosotros y luego cambian ellos.

Por eso es tan importante que primero analicemos y veamos claramente esta decadencia. Primero hay que entender el problema para poder luego mejorar.

En el primer capítulo de este libro que estás por empezar, vas a conocer números y pruebas concretas que muestran que el progreso del mundo en estos últimos setenta años no tiene precedentes, en todas las formas de medirlo que se te ocurran.

Para participar de este progreso, tenemos que cambiar muchos de los pensamientos arraigados en nuestra mente. Muchas de las máximas y las creencias que nos transmitieron nuestros padres, que nos enseñaron en la escuela y que hoy los medios de comunicación repiten están equivocadas. Las tenemos que cambiar.

Y eso es complicado, lo sé. Cambiar un pensamiento arraigado en nuestra mente por tantos años es una tarea titánica.

Espero que las historias de cada uno de estos seis países que te voy a mostrar a continuación logren eso que parece tan difícil. Tengo fe en que las evidencias concretas que veremos en cada capítulo hagan más fácil esta tarea.

Es sorprendente ver lo simple que es crecer. Por supuesto que toma tiempo, mucha constancia y perseverancia. Pero todo lo bueno en la vida es igual, ¿no es así? Las cosas buenas siempre toman tiempo, hay que pasar adversidades y obstáculos, y ser firmes en momentos de debilidad. Pero si el plan es claro, si las metas son transparentes, todo se hace mucho más fácil.

Ahora, te preguntarás: ¿es realmente importante que el país crezca y se desarrolle para que yo logre mis sueños y objetivos individuales? Esta es una cuestión central y que puede provocar muchos malentendidos.

Soy un fuerte defensor del impacto de la acción individual de cada uno de nosotros. Estoy convencido de que con perseverancia, constancia y esfuerzo podemos lograr grandes cosas sin importar en qué país vivamos. Aunque vivamos en el país más pobre del mundo, siempre podemos progresar.

La “decadencia argentina” no puede ser un justificativo para que nosotros no nos animemos a perseguir nuestros objetivos individuales. No debemos tomar como excusa el hecho de que nuestro país no crece hace setenta años y que la economía es un desastre para no perseguir nuestros sueños y anhelos.

Pero sí soy consciente del impacto del contexto y nuestro entorno sobre nuestras vidas. Es decir, dos personas que hacen el mismo esfuerzo pueden lograr un resultado muy diferente si viven en el país A, con bajo desarrollo económico, o si viven en el país B, con alto desarrollo económico. Si esto no fuera así, ¿cómo se explica, por ejemplo, que un taxista que trabaja en Buenos Aires tenga un ingreso promedio de alrededor quince mil dólares anuales y un taxista que trabaja en Nueva York gane cuarenta y cinco mil dólares anuales, es decir, un ingreso promedio tres veces superior? Misma tarea, mismo trabajo, mismas horas, mismo esfuerzo, y una diferencia enorme entre lo que uno y otro gana.

Y además el taxista porteño, con suerte, apenas puede pagar unas vacaciones en la Costa Argentina algunos pocos días al año, mientras que el de Nueva York puede tomar un crucero de quince días por el Caribe todos los años o maneja un auto que es diez veces más moderno y de mayor calidad que el del taxista porteño. Esto ocurre en todos los niveles si comparamos el nivel de vida de un argentino y una persona en Nueva York.

Por supuesto que hay excepciones, personas talentosísimas o con habilidad para esforzarse por arriba de la media, que logran resultados extraordinarios. Pero podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que el promedio de las personas que desempeñan un mismo trabajo en un país subdesarrollado, va a ganar tres o cuatro veces menos que una persona que desempeña ese mismo trabajo en un país desarrollado. Y que la calidad de vida del último va a ser infinitamente superior que la del primero.

¿Es injusto? ¿No debería ser así? Bueno, sea justo o no, es la realidad. Es lo que pasa. O nos peleamos con ella y no llegamos a nada, o tratamos de cambiarla. Y si no llegamos a cambiarla para nosotros, por lo menos cambiémosla para nuestros hijos o nuestros nietos.

Nuestro país, la Argentina, puede volver a estar entre los diez países más ricos del mundo. Y si eso ocurre, tu vida, mi vida y la de todas las personas que queremos será mucho mejor. Todos estaremos mucho más cerca de desplegar nuestro potencial en cada una de las cosas que nos apasionan.

No es un camino fácil ni corto. Es posible que lo empecemos y por varios años no veamos progresos. Pero si perseveramos, si aplicamos las recetas correctas, si somos constantes, es casi imposible fallar. El futuro está en nuestras manos, y puede ser mucho mejor. Te invito a conocer cómo hacerlo.

Federico Tessore

Buenos Aires, Argentina

Octubre de 2020

[1] En el Anexo II del libro podés profundizar sobre qué es el PBI y cómo se mide.

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