Nick Woodman no era un buen estudiante. Tras egresarse en artes visuales con notas mediocres, Woodman se dedicó a viajar por el mundo. Fue en uno de estos viajes cuando tuvo una idea que cambió su vida para siempre.
Surfeando en Indonesia Woodman solía pegar con cinta una cámara a la palma de su mano para grabar su experiencia surfeando. Al resto de surfistas les pareció una excelente idea y Woodman pensó en cómo podría aprovecharlo para fundar un nuevo negocio que llamó GoPro.
De regreso a Estados Unidos Woodman se dedicó a vender collares de perlas que había comprado en Indonesia a muy bajo coste. Con esto obtuvo 10 mil dólares que le permitieron desarrollar el primer prototipo de una cámara resistente al agua que podía agarrarse al cuerpo.
Al poco de lanzar su primera cámara al mercado una empresa japonesa le hizo un pedido de 100 unidades en un congreso sobre espectáculos deportivos. A partir de entonces, sus ventas se doblaron cada año hasta alcanzar las 2,3 millones de cámaras en 2012.
En 2014 GoPro salió a cotizar en el Nasdaq y la fortuna de Woodman alcanzó los 2 mil millones de dólares. Aunque en la actualidad GoPro perdió un 90% de su valor en bolsa respecto a los máximos alcanzados, Woodman conserva una fortuna millonaria gracias a la idea que tuvo surfeando.
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